Era una noche cálida, habíamos acabado de entrenar, y como otras veces, nos habíamos estado lanzando indirectas, volvíamos a casa, conducía yo, y tú no parabas de tocarme, de provocarme, de decirme como ibas a abusar de mí esa vez, y de idealizar cómo sería lo que venía a continuación, yo esperé hasta abrir la puerta para empujarte contra la pared y ponerme de puntillas ante ti, y descaradamente susurrarte al oído, que tenía (y quizá tengo) ganas de ti, cogerte a un lado del cuello, y besarte lentamente, tierna mente, enrollando mis dedos en tu pelo. Desabrochándote botón a botón, esa camisa color salmón que tanto me gusta (que bien te queda ese color), y bajar conectando cada peca con cada lunar de tu torso, desde tu pecho a tu ombligo, para entonces, hacer una pausa, jugando a no llegar aún, para que te sobren las ganas de tenerme allí.
Seguir mi trayecto, arrodillándome ante ti y entonces mirarte desafiante, mordiéndome los labios, abriendo la hebilla de tu cinturón, y soltarte lentamente el botón (diciéndote que hay cosas requieren su tiempo) descubriendo así tú ya erecto miembro, que me invitaba a llevármelo a la boca, agarrándolo firme y decidida, y esta vez sin preámbulos, que fuera entero a mi boca para luego, sin más, volver a besarte el cuello, cogerte de la mano, y sin más subir las escaleras con tus manos apretando mis nalgas a cada escalón que subías. Dirigirte a la habitación, para sentarte en la cama, sacar unas velas del cajón de la mesita, y apagar las luces, (tú aún no lo sabes, pero eso, facilita las cosas).
Luego, aún de espaldas a ti, quitarme el vestido, y girarme deseando volver a sentir esa manera tan tuya de apartarme el pelo para besarme el cuello. Entonces, te levantaste, me atrajiste hacía ti, tirando de mi mano, aún me excito cuándo recuerdo como bajaste mis bragas, y besando mis muslos, me acercaste a la pared, y me giraste de espaldas a ti, me subiste los brazos e hiciste que abriera las piernas, escuche como te acababas de quitar el pantalón, y sentí una de tus manos acariciando mis piernas subiendo lentamente hacía mis nalgas, tu cuerpo desnudo se pegó al mío, metiste tu mano en mi entrepierna y entonces, cuando sentiste lo excitada que estaba, tu lengua empezó de nuevo a jugar detrás de mi cuello, bajando hasta los hombros, pasando por mis caderas bajando por mi espina dorsal, parándote en mis nalgas y re corriéndolas infinitas veces a besos.
Te levantaste, impulsiva mente, y sentí como tus manos me cogían firmemente los brazos, y me obligabas a postrarme en la cama, arrodillada, y sumisa bajar la cabeza, teniendo así mi sexo desnudo ante ti, empezaste a besarlo, y abriste mis piernas, separando mis nalgas y me sentí muy húmeda porque estabas dejándome caer saliva en el culo, metiste tu lengua, y la movías muy despacito re corriéndome toda, intercalando por dónde metías los dedos, yo no podía evitar los temblores, ni las convulsionarse ni jadear más rápido, me mandaste, que me diera la vuelta, y que lo hiciera rápido, mirándome penetrante, levantaste mis piernas, las apoyaste en tus hombros, y me la metiste de una sola tacada. Mis paredes te apretaban, y empezaste a hacérmelo fuerte, duro, inmisericorde, mientras, yo no podía seguir disimulando mis gritos.
Me bajaste las piernas, acercándote a mí, y empezaste a besarme con pasión, tu lengua me follaba la boca, casi tan ardiste como me penetrabas. Y yo me apretaba junto a ti agarrando tu culo musculoso, para que me llegará más adentro si eso, fuera posible.
Me agarraste del cuello, y te pusiste a cuclillas encima de mi cara, enfilándote hacía mi boca, me llegó a la garganta a la primera, y te dedicaste a follármela, mirándome sin fin, y pidiéndome, que no dejará de mirarte. De nuevo, dándome ordenes, me decías que me diera la vuelta, que me pusiera a 4, (lo hice sin rechistar, cómo a ti te gusta) y empezaste a besarme todo el cuerpo, primero dulcemente, después aumentando la pasión, hasta parecer que querías devorarme. Mientras, jugabas con tu miembro, haciendo que recorriera toda mi entrepierna empapada, de arriba a abajo, y de abajo a arriba, metiendo la puntita de vez en cuando, y me la clavaste, sin miramiento, por sorpresa, entró sin problema, la acompañé de un grito de éxtasis, y entonces empezaste un mete saca bastante frenético, haciendo chocar tus huevos contra mis muslos, y acacheteándome fuerte, mientras yo empezaba a chorrear los flujos que surgían mi interior, y sentía que mis gritos acompasados, después de cada nalgada, te la estaban poniendo más dura aún, y eso me ponía muy ardiente, me agarrabas del pelo, tirando mi cabeza hacía atrás, y empezabas a jadear, empecé a tocarme el clítoris, y tu, pusiste tu mano encima, curioso, porque querías saber que estaba haciendo, aquello fue demasiado para ti, la sacaste, y me empujaste contra el colchón, haciendo que reposará estirada, y vaciaste encima de mí, tu ardiente interior.
@porunaquimera